lunes, 28 de abril de 2008

TradiciónCatólica.com

Confiad en Dios, carísimos hermanos. Cuando padecemos con alegría y por Dios, la cruz se convierte en objeto de toda clase de alegrías para toda clase de personas, dice el Espíritu Santo (cf. St. 1, 2). La alegría de la cruz es mayor que la del pobre que se ve colmado de toda clases de riquezas. Es mayor que la del campesino que es elevado al trono. Mayor que la del mercader que gana millones. Mayor que la del general que lleva su ejército a la victoria. Mayor que la de los prisioneros que se ven liberados de sus cadenas. En fin, imaginad las mayores alegrías de esta tierra: todas quedan superadas por la alegría de una persona crucificada que sepa sufrir bien.

San Luis María Grignon de Montfort

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