jueves, 18 de septiembre de 2008

SEGUNDO AÑO POLIMODAL - Para leer...

Arlt Roberto: “La Muchacha del Atado” en Aguafuertes Porteñas, Obras Completas, Buenos Aires, Planeta – Lohlé, 1991, pp. 47 a 50.

LA MUCHACHA DEL ATADO

Todos los días a las cinco de la tarde, tropiezo con muchachas que vienen de buscar costura.
Flacas, angustiosas, sufridas. El polvo de arroz no alcanza a cubrir las gargantas donde se marcan los tendones; y todas caminan con el cuerpo inclinado a un costado: la costumbre de llevar el atado siempre del brazo opuesto.
Y los bultos son macizos pesados: dan la sensaci6n de contener plomo: de tal manera tensionan la mano.
No se trata de hacer sentimentalismo barato. No. Pero más de una vez me he quedado pensando en estas vidas, casi absolutamente dedicadas al trabajo. Y si no, veamos.
Cuando estas muchachas cumplieron ocho o nueve años,
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tuvieron que cargar un hermanito en los brazos. Usted, como yo, debe haber visto en el arrabal estas mocosas que cargan un pebetito en el brazo y que se pasean por la vereda rabian- do contra el mocoso, y vigiladas por la madre que salpicaba agua en la batea.
Así hasta los catorce años. Luego, el trabajo de ir a buscar costuras; las mañanas y las tardes inclinadas sobre la Neumann o la Singer, haciendo pasar todos los días metros y más metros de tela, y terminando a las cuatro de la tarde, para cambiarse, ponerse el vestido de percal, preparar el paquete y salir; salir cargadas y volver lo mismo, con otro bulto que hay que “pasarlo a la máquina”. La madre siempre lava la ropa; la ropa de los hijos, la ropa del padre. Y ésas son las muchachas que los sábados a la tarde escuchan la voz del hermano, que grita:
– Che, Angelita: apurate a plancharme la camisa, que tengo que salir.
Y Angelita, María o Juana, la tarde del sábado trabajan para los hermanos. Y planchan cantando un tango que aprendieron de memoria en El Alma que Canta; que esto, las novelas por entregas y alguna secci6n de biógrafo, es la única fiesta de las muchachas de que hablo.
Digo que estas muchachas me dan lástima. Un buen día se ponen de novias, y no por eso dejan de trabajar, sino que el novio (también un muchacho que la yuga todo el día) cae a la noche a la casa a hacerle el amor.
Y como el amor no sirve para pagar la libreta del almacén, trabajan hasta tres días antes de casarse, y el casamiento no es un cambio de vida para la mujer de nuestro ambiente pobre, no; al contrario, es un aumento de trabajo, y a la semana de casados se puede ver a estas mujercitas sobre la máquina. Han vuelto a la costura, y al año hay un pibe en la cuna, y esa muchacha ya está arrugada y escéptica, ahora tiene que trabajar para el hijo, para el marido, para la casa... Cada año un nuevo hijo y siempre más preocupaciones y siempre la misma pobreza; la misma escasez, la misma medida del dinero, el igual problema que existía en la casa de sus padres, se repite en la suya, pero mayor y más arduo.
Y ahora las ve usted a estas mujeres cansadas, flacas,
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Y todo ello ha sido originado por el trabajo y de pronto usted asocia los años de vida hasta la madurez y con asombro, casi mezclado de espanto, se pregunta uno:
– En tantos años de vida, ¿cuántos minutos de felicidad han tenido estas mujeres?
Y usted, con terror, siente que desde adentro le contesta una voz que estas mujeres no fueron nunca felices._ ¡Nunca! Nacieron bajo el signo del trabajo y desde los siete o nueve años hasta el día en que se mueren, no han hecho nada más que producir, producir costura e hijos, eso y lo otro, y nada más.
Cansadas o enfermas, trabajaron siempre. ¿,Que el marido estaba sin trabajo? ¿Que un hijo se enfermó y había que pagar deudas? ¿,Que murieron los viejos y hubo que empeñarse para el entierro? Ya ve usted; nada más que un problema: el dinero, la escasez de dinero. Y junto a esto una espalda encorvada, unos ojos que cada vez van siendo menos brillosos, un rostro que año tras año se va arrugando un poquito más, una voz que pierde a medida que pasa el tiempo todas las inflexiones de su primitiva dulzura, una boca que sólo se abre para pronunciar estas palabras:
– Hay que hacer economía. No se puede gastar.
Si usted no ha leído El sueno de Makar, de Vladimiro Korolenko, trate de leerlo.
El asunto es éste. Un campesino que va a ser juzgado por Dios. Pero Dios, que lleva una cuenta de todas las barrabasadas que hacemos nosotros los mortales, le dice al campesino:
– Has sido un pillete. Has mentido. Te has emborrachado. Le has pegado a tu mujer. Le has robado y levantado falso testimonio a tu vecino. – Y la balanza cargada de las culpas de Makar se inclina cada vez más hacia el infierno, y Makar trata de hacerle trampa a Dios pisando el platillo adverso; pero aquél lo descubre, y entonces insiste – : ¿Ves como tengo razón? Eres un tramposo, además. Tratas de engañarme a mí, que soy Dios.
Pero, de pronto, ocurre algo extraño. Makar, el bruto, siente que una indignación se despierta en su pecho, y entonces, olvidándose que está en presencia de Dios, se enoja, y comienza a hablar; cuenta sus sacrificios, sus penas, sus privaciones. Cierto es que lo pegaba a su mujer, pero le pegaba
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porque estaba triste; cierto es que mentía, pero otros que tenían mucho más que él también mentían y robaban. Y Dios se va apiadando de Makar, comprende que Makar ha sido, sobre la tierra, como la organización social lo había moldeado, y súbitamente, las puertas del Paraíso se abren para él, para Makar.
Me acordé del sueño de Makar, pensando que alguien in mente diría que no conocía yo los defectos de la gente que vive siempre en la penuria y en la pena. Ahora sabe usted el porqué de la cita, y lo que quiere decir el “ sueño de Makar”.

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Arlt Roberto: “Apuntes filosóficos acerca del hombre que Se tira a Muerto” en Aguafuertes Porteñas, Obras Completas, Buenos Aires, Planeta – Lohlé, 1991, pp. 59 a 62


APUNTES FILOSÓFICOS ACERCA DEL HOMBRE QUE “ SE TIRA A MUERTO”


Antes de iniciar nuestro grandioso y bello estudio acerca del “ hombre que se tira a muerto”, es necesario que nosotros,
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humildes mortales, ensalcemos a Marcelo de Courteline, el magnífico y nunca bien ponderado autor de Los señores chupatintas, y el que más amplia y jovialmente ha
tratado de cerca al gremio nefasto de los “ que se tiran a muerto” , gremio parásito e imperturbable, que tiene puntos de contacto con el “squenun” , gremio de sujetos que tienen caras de otarios y que son más despabilados que cumplido ya nuestro deber con el señor de Courteline, entramos de lleno en nuestra simpática apología.
Hay una rueda de amigos en un café. Hace una hora que “ le dan a los copetines”, y de pronto llega el ineludible y fatal momento de pagar. Unos se miran a los otros, todos esperan que el compañero saque la cartera, y de pronto el más descarado o el más filósofo da fin a la cuestión con estas palabras:
– Me tiro a muerto.
El sujeto que anunció tal determinación, acabadas de pronunciar las palabras de referencia, se queda tan tranquilo como si nada hubiera ocurrido; los otros lo miran, pero no dicen oste ni moste; el hombre acaba de anticipar la última determinación admitida en el lenguaje porteño: Se tira a muerto.
Quiere ello decir que se suicidará? No, ello significa que nuestro personaje no contribuirá con un solo centavo a la suma que se necesita para pagar los copetines de marras.
Y como esta intención está apoyada por el rotundo y fatídico anuncio de “ me tiro a muerto”, nadie protesta.
Con meridiana claridad que nos envidiaría un académico o un confeccionador de diccionarios, acabamos de establecer la diferencia fundamental que establece el acto de “ tirarse a muerto”, con aquel otro adjetivo de “ squenun”.
Hacemos esta aclaración para colaborar en el porvenir del léxico argentino, para evitar confusiones de idioma tan caras a la academia de los Lquote quote quote para que nuestros devotos lectores comprendan definitivamente la distancia que media entre el “ squenun” y el “ hombre que se tira a muerto” .
El “ squenun” no trabaja. El “ hombre que se tira a muerto” hace como que trabaja. El primero es el cínico de la holgazanería; el segundo, el hipócrita del dolce far niente. El primero no oculta su tendencia a la vagancia, sino que, por el contrario la fomenta con sendos baños de sol; el se-
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-gundo acude a su trabajo, no trabaja pero hace como que trabaja cuando lo puede ver el jefe, luego “se tira muerto” dejando que sus compañeros se deslomen trabajando.
¿El que “se tira a muerto” es un hombre que después de tantas cavilaciones llegó a la conclusión de que no vale la pena trabajar? No. No “ se tira a muerto“ el que quiere, sino el que puede, lo cual es muy distinto.
El que “se tira a muerto”, ya ha nacido con la tendencia.
En la n a escuela era el último en levantar la mano para poder pasar a dar la lección o si le las mañas al maestro, levantaba el brazo siempre t e no lo iba a llamar, creyendo que sabia la lección. Cuando más infante, se hacía llevar en b ldre si re, y si lo querian hacer caminar, lloraba como si estuviera muy cansado, porque en su rudimentario entendimiento era más cómodo ser llevado que llevarse a sí mismo. Luego ingresó a una oficina, descubrió con su instinto de parásito cuál era el hombre más activo y se quote él, d mo o que teniendo que hacer entre los dos un mismo trabajo, en realidad lo hacía uno solo, o tenía que h l 1 otro aunque éste lo hiciera, porque tan lleno de errores estaba el trabajo del que “ se tira a muerto”.
Y los jefes acabaron por acostumbrarse al hombre que “ se tira a muerto” . Primero protestaron contra “ ese inútil”, luego hartos ! g,, !e dejaron hacer, y el hombre que “ se tira a muerto” florece en todas las oficinas, en todas nuestras reparticiones nacionales, aun en las empresas donde es sagrada ley chuparle la sangre al que aún la tiene. La naturaleza con su sabia previsión de los acontecimientos sociales y naturales, y para que jamás le faltara tema a los caballeros que se dedican a hacer notas, ha dispuesto que haya numerosas variedades del ejemplar del hombre que “se tira muerto” .
Así, hay el hombre que no se puede “ tirar espontáneamente a muerto”. Lo atrae el dolce_ far niente, pero este placer debe ir acompañado de otro deleite: la simulación de que trabaja. Le veréis frente a la máquina de escribir, grave el gesto, taciturna la expresión, borraacooa la_ h onto. Parece un genio, el que le mira se dice:
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– ¡Qué cosas formidables debe pensar ese hombre! ¡Qué trabajo importantísimo debe de estar realizando!
Inclinémonos ante la sabiduría del Todopoderoso. Él que provee de alimentos al microbio y al elefante a un mismo tiempo; él, que lo reparte todo, la lluvia y el sol, ha hecho que por cada diez hombres que “ se tiran a muertos”, haya veinte que quieran hacer méritos de modo que por sabia y trascendental compensación, si en una oficina hay dos sujetos que todo lo abandonan en manos del destino, en esa misma oficina hay siempre cuatro que trabajan por ocho, de modo que nada se pierde ni nada se gana. Y veinte restantes hacen sebo de modo razonable.

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Fin

1 comentario:

Unknown dijo...

Esta gran lectura es el reflejo de muchas vidas, de muchas circunstancias.Historias con mucha realidad,apesar de ciertos relatos, que nos hacen imaginar y pensar en nosotros mismos, en ¿como vivimos?, si estamos haciendo las cosas bien en nuestra vida, si damos lo sufisiente papa mejorarnos y pensar ¿que dejamos?.
Digo que me gusto todo en especial la manera que describe al personaje y las palabras que utilza el autor al escribir el texto.

Enzo D. Cardozo
FINES 2009