jueves, 12 de julio de 2012

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Cirugía
[Cuento. Texto completo]
 Anton Chejov

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/chejov/cirugia.htm

Estamos en un hospital delZemstvo. A falta de doctor, que se ausentó para contraer matrimonio,recibe a los enfermos el practicante Kuriatin. Es un hombre grueso queronda los cuarenta; viste una raída chaqueta de seda cruda y pantalonesusados de lana. En su rostro se refleja el sentimiento de que cumple sudeber y se encuentra satisfecho. Con los dedos índice y pulgar de lamano izquierda sostiene un cigarro que despide un humo pestilente.
En la sala de visitas entra elsacristán Vonmiglásov. Es un viejo alto y robusto, que viste una sotanapardusca ceñida con un ancho cinturón de cuero. El ojo derecho, atacadode cataratas, lo tiene medio cerrado; en la nariz ostenta una verrugaque de lejos se asemeja a una mosca grande. En un primer momento elsacristán busca con los ojos el icono y, al no encontrarlo, se persignaante una bombona que contiene una disolución de ácido fénico; luegosaca un trozo de pan bendito, que traía envuelto en un pañuelo rojo, y,haciendo una inclinación, lo coloca ante el practicante. 
-Ah... Mis respetos -bosteza elpracticante-. ¿Qué le trae por aquí?
-Le deseo un buen domingo, SergueiKuzmich... Tengo necesidad de sus servicios... Con razón se dice, yusted me perdonará, en el Salterio: «Mi bebida está mezclada conlágrimas.» El otro día me disponía con mi vieja a tomar el té y no pudeni probarlo, ni tomar un bocado; era como para morirse... Tomé un sorboy sentí un dolor horrible en una muela y en toda esta parte... ¡Quédolor, Dios mío! En el oído, perdóneme, parecía como si me hubieranmetido un clavo u otro objeto. ¡Qué punzadas, qué punzadas! He pecado,no observé la ley... Mi alma se ha endurecido con vergonzosos pecados,he pasado la vida en la pereza... ¡Por mis pecados, Serguei Kuzmich,por mis pecados! El reverendo padre, después de los oficios litúrgicos,me lo echa en cara; «Tartamudeas, Efim, tu voz es gangosa. No haymanera de entender nada cuando cantas.» Pero ¿cómo quiere que cante, sime es imposible abrir la boca, tengo el carrillo hinchado y no hepodido pegar ojo en toda la noche? 
-Ya veo... Siéntese... Abra laboca. 
Vonmiglásov se sienta y abre laboca. Kuriatin arruga el ceño, mira y, entre las muelas que el tabaco yel tiempo han puesto amarillas, ve una adornada con un resplandecienteagujero. 
-El padre diácono me aconsejó queme aplicara vodka con rábano, pero esto no me ha proporcionado ningúnalivio. Glikeria Anísimovna, que Dios le conceda salud, me dio un hilotraído del monte Athos para que lo llevara atado al brazo y me dijo quehiciera buches de leche tibia. El hilo me lo puse, pero lo de la lecheno lo cumplí: temo a Dios, estamos en Cuaresma... 
-Es un prejuicio... -Pausa-. Hayque extraerla, Efim Mijéich.
-Usted sabrá, Serguei Kuzmich.Para eso estudió, para comprender estas cosas tal como son, lo que hayque extraer y lo que se puede remediar con gotas o algo por elestilo... Para eso está aquí, que Dios le dé salud, para que recemospor usted día y noche... como si fuera nuestro propio padre... hasta elfin de nuestros días... 
-Tonterías... -replica elpracticante en un rasgo de modestia, mientras busca en el armario delinstrumental-. La cirugía es una cosa muy sencilla... todo es cuestiónde práctica y de buen pulso... En un instante acaba uno... El otro día,lo mismo que usted, vino el propietario Alexandr Ivánich Eguípetski...También con una muela... Es un hombre culto, todo lo pregunta, quieresaber el porqué y el cómo. Me estrechó la mano, me llamó por el nombrey el patronímico... Vivió siete años en Petersburgo y conoce allí atodos los profesores... Estuvo un buen rato conmigo... «Por nuestroSeñor Jesucristo», me suplicaba, «extráigamela, Serguei Kuzmich.» ¿Porqué no hacerlo? Se la podía extraer. Lo único que hace falta escomprender las cosas... Hay muelas y muelas. Unas se sacan con fórceps,otras con el pie de cabra, otras con la llave... Según los casos.
El practicante toma el pie decabra, lo mira interrogativamente, luego lo deja y coge los fórceps.
-A ver, abra más la boca... -dice,acercándose al sacristán con los fórceps-. Ahora mismo... Es cosa de unmomento... Tendré que hacerle una incisión en la encía... efectuar latracción según el eje vertical... y eso es todo... -Hace la incisión-.Y eso es todo...
-Usted es nuestro protector...Nosotros, estúpidos, somos unos ignorantes, pero a usted lo iluminó elSeñor... 
-No hable con la boca abierta...Esta muela es fácil de extraer, a veces uno no encuentra más queraigones... Pero ésta es cosa de nada... -aplica los fórceps-. Quieto,no se mueva... En un abrir y cerrar de ojos... -Efectúa la tracción-.Lo principal es agarrarla lo más hondo posible -Tira... -Para que lacorona no se rompa...
-Padre nuestro... VirgenSantísima... Ay... 
-Así no... así no... ¿A ver? ¡Nome agarre! ¡Suélteme! -Tira-. Ahora... Así, así... La cosa no es tanfácil... 
-¡Santos padres!... -grita-.¡Ángeles del cielo! ¡Ay, ay! ¡Pero tira ya, tira! ¿Te vas a pasar cincoaños para arrancarla? 
-Esto de la cirugía... De un golpeno es posible... Ahora, ahora...            
Vonmiglásov levanta las rodillashasta la altura de los codos, mueve los dedos, los ojos se ledesorbitan, respira fatigosamente... Su cara, congestionada, se cubrede sudor, los ojos se le llenan de lágrimas. Kuriatin resopla, se mueveante el sacristán y sigue tirando... Transcurre medio minuto horrorosoy los fórceps se escurren de la muela. El sacristán se pone en pie deun salto y se mete los dedos en la boca. La muela sigue en su sitio.
-¡Vaya manera de tirar! -dice convoz llorosa y, al mismo tiempo, burlona-. ¡Ojalá tiren así de ti en elotro mundo! ¡Muchísimas gracias! ¡Si no sabes sacar muelas, no te metasa hacerlo! No veo ni la luz... 
-¿Y tú por qué me agarrabas de esemodo? -se irrita el practicante-. Cuando yo tiraba, me empujabas en elbrazo y no cesabas de decir estupideces... ¡Imbécil! 
-¡El imbécil serás tú! 
-¿Crees, mujik, que es fácilextraer una muela? ¡A ver, prueba tú! ¡No es como subir a la torre dela iglesia y repicar las campanas! -Remedándole-. «¡No sabes, nosabes!» ¿Quién eres tú para decirlo? Al señor Eguípetski, AlexandrIvánich, le extraje una muela y no protestó para nada... Es un hombremucho más distinguido que tú; no me agarraba... ¡Siéntate! ¡Te digo quete sientes! 
-No veo nada... Espera a querecobre el aliento... ¡Oh!            
Se sienta.
-Pero no te entretengas tanto,tira fuerte. No te entretengas y tira... ¡De una vez! 
-No me des lecciones. ¡Señor, quégente más ignorante! Es para volverse loco... Abre la boca... -Aplicalos fórceps-. La cirugía, hermano, no es una broma... No es lo mismoque cantar en el coro... -Hace la tracción-. No te muevas. Se ve que lamuela es vieja; las raíces son muy hondas... -Tira-. No te muevas...Así... así... No te muevas... Ahora, ahora... -Se oye un crujido-. ¡Yalo sabía! 
Vonmiglásov permanece unosinstantes inmóvil, como si hubiera perdido el conocimiento. Estáaturdido... Sus ojos miran estúpidamente al espacio y su pálida caraestá bañada en sudor. 
-Si hubiera usado el pie decabra... -balbucea el practicante-. ¡Buena la hemos hecho! 
Volviendo en sí, el sacristán semete los dedos en la boca y en el sitio de la muela enferma encuentrados salientes. 
-Diablo sarnoso... -gruñe- ¡Te hanpuesto aquí para nuestra desgracia!            
-Todavía vienes con insultos...-protesta el practicante, colocando los fórceps en el armario-. Eres unignorante... En el seminario no te zurraron bastante... El señorEguípetski, Alexandr Ivánich, vivió siete años en Petersburgo... es unhombre culto... lleva trajes de cien rublos... y no me insultó... ¿Ytú, qué gallinácea eres? ¡No te pasará nada, no te morirás por eso!
El sacristán coge el pan benditode la mesa y, con la mano en la mejilla, se va por donde había venido...
FIN

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